Nacemos de la invitación que nos ofrece el proceso vital de transformación, que los fundadores de la Congregación, Antonia María de Oviedo y José María Benito Serra, experimentaron en el siglo XIX, al contemplar la realidad de las mujeres que deseaban salir de la prostitución, a la que se habían visto abocadas, comprometiéndose ambos en la búsqueda de alternativas para sus vidas.
Ponemos en valor lo que nos une y acentúa el sentido de pertenencia e identidad a través de la relación, el cuidado y el respeto, desde el reconocimiento y valoración de cada persona.
En marzo de 1863 llega a Madrid y reside en casa de unos tíos. Aquí se encuentra nuevamente con el Obispo de Daulia, quien en la primavera de 1864 le presenta un sueño insospechado al lado de las mujeres que buscan alternativas a la prostitución.
Ella siente repugnancia, expresa su resistencia ante un proyecto que no considera adecuado para ninguno de los dos. Pero su fe, sensibilidad y talante en búsqueda, le llevan a madurar en la propuesta. Percibe el rumor del Dios que siempre ha buscado, que le habla de descalzarse de temores y resistencias. Antonia sale a la calle, escucha a las mujeres decir: “No tengo a nadie en el mundo”, ora, discierne y finalmente visita la Virgen del Buen Consejo, en la catedral de San Isidro, donde decididamente acoge y se compromete en el proyecto.
Años más tarde lo expresa así: “yo estaba entonces como los obreros del Evangelio, esperando que se les enviara a la viña del Señor. Pero esa viña no era la que yo hubiera elegido; no obstante la gracia triunfó de la repugnancia de la naturaleza y me entregué con toda mi alma a la obra proyectada”.
Su sensibilidad social y su dinamismo, le inducen a mirar la realidad con sentido crítico, preferentemente la realidad que se da en esos lugares donde las personas no cuentan y malviven en exclusión. Es en el Hospital de San Juan de Dios donde, en su acción pastoral, escucha la realidad, el dolor y opresión de las mujeres enfermas, víctimas del fenómeno de la prostitución. Serra se conmueve, todo su ser queda afectado por esta situación, se siente obligado a hacer algo por ellas y afirma: “Si nadie me ayuda lo haré solo, con la gracia y ayuda de Dios. Si todas las puertas se les cierran, les abriré yo una donde se puedan salvar”.
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